Aveces, me encuentro fascinado por cosas que, quizás, pocas personas pueden apreciar.
En este caso, puntualmente, me encontré fascinado con esos árboles que permanecen impolotus y soberanos, en los campos sembrados.
Son una especie de espantapájaros natural, solo que en vez de alejarlos, les dan refugio.
Ayer me encontré admirando uno y pensando en, que fue lo que determinó que quedará ahí. Que divina providencia decidió que ese era su lugar.
Como, al estar tan solo, aguanta ahí, como el último bastión de lo que debió haber sido, cuando menos, un bosquecito lleno de vida.
Que tan profundas son las raíces que lo arraigan y lo hacen ser fuerte en esa adversidad.
Hay tantas cosas que tenemos para aprender solo de ver y analizar cómo vive y sobrevive un árbol.
A qué me refiero? Para no ser extenso, les doy un simple ejemplo
El árbol, para crecer fuerte e imponente, primero, debe desarrollar raíces largas y profundas, debe expandirse en su base primero, para que todo el crecimiento, que nosotros vemos, no se derrumbe ante el primer viento.
Nosotres, deberíamos hacer lo mismo.
Antes de mostrarnos, antes de poder crecer y elevarnos. Tenemos que hacernos fuertes desde adentro. Establecer y profundizar nuestro ser interior, con el fin de lograr extendernos, lentamente e inevitablemente, hacía el sol
Comentarios
Publicar un comentario